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domingo, 23 de junio de 2019

EL CRISTO DIOS Y EL DE GIBSON.









     Durante la Semana Santa del año 2004 se estrenó en España una película cuyas expectativas hacían furor en la imaginación de muchos pastores y misioneros evangélicos en España. Tanto fue así, que me procuré  la forma de verla por Internet antes de que llegara a las pantallas españolas.
     Lo que vi me pareció deplorable desde el punto de vista bíblico y teológico. Así que, el 27 de Marzo de 2004, pocos días antes del estreno, escribí un artículo extenso muy crítico y ácido hacia la película y hacia los que desde el campo evangélico con tal entusiasmo la recomendaban, no como una película más, sino como el no va más en las herramientas de evangelización, que iba a traer conversiones en masa y avivamientos como nunca antes.
     El archivo que se puede descargar siguiendo el enlace que aparece más abajo, contiene este artículo, pero está precedido por otro que dediqué al mismo tema un año después del estreno, tras los enconados debates sostenidos en los foros con otros creyentes que ya habían tenido la oportunidad de verla. Un año después, ya parecía un tiempo suficiente para que los evangélicos españoles hubieran podido evaluar el impacto de la película en las membresía de sus iglesias, y en la conversión de los españoles a la fe de Cristo Jesús. Entresaco dos frases de este artículo:
“Ahora que ha pasado más de un año y el efecto entusiástico de muchos se ha apagado, creo que debo volver a ratificarme en lo escrito. Tal vez en un ambiente sereno como el de ahora, alguna de mis frases ya no serían necesarias, pero tampoco creo que ahora deba hacer un recorte, sino asumir todo lo que en su momento fue escrito.”
“Recopilando, la película solo fue un negocio, en el plano evangelístico un bluff, como no podía ser de otra manera, y afortunadamente muchos se cayeron del guindo gracias a artículos como el mío, y solo espero que nunca más vuelva a ser relegado de su misión el Espíritu Santo, ni menospreciadas las Escrituras como la herramienta otorgada por Dios para convencer, corregir e instruir en justicia. Debería hacernos reflexionar que no todo fuego puede ser ofrecido en el altar santo del Señor.”

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