Los calvinistas muy seguros en su papel de defensores de la teología de Calvino, suelen suponer que si “se estudia bien”, todos los cristianos la acabaríamos aceptando. Pero por más vueltas que le den, “la predestinación” en el sentido de que Dios ha predeterminado la salvación de ciertos seres humanos independientemente de la voluntad de estos, y que en virtud de una gracia irresistible son los que conforman el grupo de los escogidos, es imposible de conciliar con claras definiciones contenidas en las Escrituras. Y si esto ya es así, la “doble predestinación” de Calvino, que establece que Dios determinó de antemano a título individual aquellos que serán salvos, pero también aquellos que se perderán irremisiblemente, es todavía mucho más difícil de sostener. ¿Cómo conciliar esto con estas dos declaraciones tan rotundas?:
1Ti 2:3 …Dios nuestro Salvador, 4 el cual quiere que TODOS los hombres SEAN SALVOS y vengan al conocimiento de la verdad.
2Pe 3:9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que NINGUNO PEREZCA, sino que TODOS procedan al arrepentimiento.
Con éstas declaraciones categóricas de la voluntad de Dios tan claramente expresadas e inspiradas por el Espíritu Santo, ¿cómo alguien puede sostener que los que se condenan, lo hacen en virtud de una designación individual que les ha destinado anticipadamente para ser condenados eternamente, sin que haya remedio alguno al que apelar para evitarlo?
Los calvinistas no suelen referirse a la predestinación cuando predican, y es un tema que, a pesar de ser esencial en su teología, lo dejan apartado para ser tratado en clases de estudio bíblico internas, para su literatura o para ser enseñado en sus seminarios de teología. Y es que si se refiriesen a ello en sus predicaciones, el llamamiento para arrepentirse de los pecados y aceptar a Cristo quedaría excluido. No tiene razón de ser. Los que van a ser salvos, lo serán irremediablemente, y los condenados también.
La predestinación es un concepto muy arraigado en el paganismo griego precristiano, aunque se puede encontrar también en algunas ideas de la comunidad judía de Qumram, pues ellos creían que ‘como colectivo’ estaban predestinados para ser salvos.
El fatalismo griego, que más tarde impregnó también una parte de la filosofía romana, sostenía que todo ocurría según un destino preestablecido, y negaba cualquier forma de libertad individual que pudiera cambiar el orden de las cosas. Probablemente de estas cosas discutían en Atenas los epicúreos y los estoicos cuando llegó Pablo con el propósito de predicarles el evangelio (Hch. 17:16 y ss.), en que Pablo les habla de ‘tiempos y límites’ prefijados por Dios, pero que concluyó con un mensaje absolutamente contrario a la base de la predestinación: Act 17:30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora MANDA A TODOS LOS HOMBRES EN TODO LUGAR, QUE SE ARREPIENTAN.
Es decir, que si bien existen ciertos estadios predeterminados, en cuanto a la salvación, Dios demanda que los hombres actúen tomando decisiones, que pertenecen a la esfera de su libre albedrío, de su libertad. Y que, presente el evangelio y la redención por Jesucristo, AHORA ya no hay ignorancia posible para no arrepentirse.
Ya en la historia de la iglesia cristiana, el debate de la predestinación tuvo protagonistas muy conocidos como Agustín, Lombardo, Tomás de Aquino y como no, a los reformadores del siglo XVI. Y entre ellos a Calvino que fue el más firme introductor de esa teología en el campo protestante.
Puedo comprender a Calvino, y hasta simpatizar con él. A mí me parece un Apolos, solo que no tuvo a su lado a una Priscila y un Aquila que le enseñaran más exactamente la verdad del evangelio y de la doctrina cristiana. (Act 18:24 Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. 25 Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.26 Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios.)
Calvino, fue un hombre inteligente, erudito y culto, pero formado en una universidad católica de La Sorbona, que en sus propias palabras reconoce que estaba “obstinadamente entregado a las supersticiones del papado”. Sus primeros trabajos fueron los de traductor de clásicos de la filosofía griega y latina. Por ello no es de extrañar que estaba familiarizado con el pensamiento fatalista y predeterminista griego de “heimarmene” y “anake”, como del “fatum” latino.
De su conversión no sabemos mucho, pero sí que escapó de París junto con el rector de la Sorbona, Nicolas Cop, por temor a ser condenados por herejía por el Parlamento. Tenía entonces 25 años. Así que su ruptura con “las supersticiones del papado”, debieron tener lugar muy poco de tiempo antes, pues no se le conoce con anterioridad ninguna actividad resaltable en el campo de la teología, ni de la fe, ni como católico ni como seguidor de las ideas protestantes, de las que se confiesa novicio y principiante. Así reconoce honradamente que pronto, a partir de aquel momento, “todos los que tenían deseo de la pura doctrina se acercaban a mí para aprender, aunque yo mismo no era más que un mero novicio y principiante.”
Pero en 1536, cuando tiene 27 años de edad, y escasamente tres de creyente, con el lastre de su formación romanista (que entonces apenas era bíblica, sino que se apoyaba en los escritos de los padres de la iglesia, en los dogmas conciliares, y en los autores escolásticos), más el añadido de los estudios de la filosofía griega, publica su obra: “Las instituciones de la religión cristiana”, que pretende ser un compendio de la teología reformada. Y salió lo que salió. Bien en algunas cosas, regular en otras y bastante deficiente en el resto. Pero en el resultado no se diferenció mucho de otros reformadores como el propio Lutero. Y es que Calvino, como los otros reformadores, vivió en tiempos convulsos, en los que se les multiplicaban problemas de todo tipo, lo cual impedía una serena reflexión en algunas de sus postulaciones teológicas.
Calvino reconoce que le hubiera gustado afrontar esta situación de una forma retirada y con tranquilidad, y dice que intentaba en lo posible retirarse de la gente, pero importaba poco que cumpliera con mi deseo puesto que al contrario todos los retiros y lugares apartados eran para mí como escuelas públicas. Así fue como el novicio se convirtió en maestro, y pasó su vida defendiendo los postulados de las Instituciones en lugar de progresar y profundizar en ellos. Estoy seguro de que si en lugar de haber estudiado en Paris y Orleans, lo hubiese hecho unos pocos años más tarde en Leyden, y bajo las enseñanzas de Jakob Hermans (Arminius) no hubiese sostenido los postulados de la predestinación como los que concluyeron los calvinistas 65 años después de su muerte en Los Cánones de Dort.
Arminius, cuyo verdadero nombre era Jacob Harmenszoon, fue el que ha pasado a la historia como el mayor opositor del calvinismo. Realmente él había sido formado en el calvinismo, y llegó incluso a ser alumno en Ginebra de Teodoro de Beza, un teólogo más calvinista que Calvino.
Durante su formación, en cierta ocasión, estando él como alumno, le impusieron como ejercicio hacer una defensa de las tesis calvinistas de la predestinación según Calvino a la luz de la Biblia, frente a los argumentos críticos de un intelectual y librepensador holandés aconfesional, llamado Theodor Coornhert. Mientras preparaba su apología encontró numerosos fallos en ella, por lo que empezó a reformularla, pero viendo que era imposible, pronto se convirtió en su principal crítico. Al concluir su formación, Arminius fue nombrado pastor de una iglesia en Ámsterdam, alcanzando un gran reconocimiento en la ciudad tanto como persona instruida como de piadoso cristiano. Más tarde fue nombrado profesor de teología en la Universidad de Leiden, y su especialidad era la Epístola a Los Romanos. Allí mantuvo una postura muy enfrentada con otro profesor calvinista, llamado Francisco Gomar. Arminius sostenía que la soberanía de Dios era compatible con la libre voluntad humana.
Después de su muerte en 1609, sus discípulos y otros 45 pastores que compartían su punto de vista contrario a los postulados calvinistas decidieron articular una declaración doctrinal llamada Remonstrance (protesta) para ser sometida al poder político de los Estados Generales holandeses. Para entender sobre la cuestión, estos convocaron un Sínodo con la asistencia de teólogos de diversos países.
Los principales conceptos eran los siguientes: "Dios predeterminó salvar a los hombres que creyeran en Cristo y perseveraran en la fe hasta el fin, y abandonan el pecado, y la cólera divina a los rebeldes e incrédulos". "Jesucristo murió por todos los hombres y, sin embargo, sólo los creyentes comparten la remisión de los pecados que El obtuvo en la cruz". "Sin la asistencia del Espíritu Santo, ningún hombre puede hacer nada verdaderamente bueno, ni llegar a una fe salvadora". "La gracia divina es indispensable para iniciar, progresar y llegar al fin de todo bien, pero no es irresistible, sino que el hombre tiene una libre voluntad para resistir a la gracia de Dios", y que en cuanto a la perseverancia de los santos no tenían unanimidad por lo que retrasaban una declaración de fe en tal sentido para un más sosegado tiempo de reflexión. "Y que Dios elige para la salvación a los que Él sabe de antemano que tendrán fe en él".
El sínodo fue bastante irregular. Se destacaba en los calvinistas la falta argumentos bíblicos de peso para oponer a los arminianos, de modo que apelaban continuamente a las conclusiones aprobadas en otros sínodos anteriores. En medio, una presión política envolviendo los debates, porque se jugaba más la unidad política y territorial que la verdad del evangelio. El resultado fue que la mayoría consiguió imponerse y derrotar a los arminianos con una declaración conocida como Los Cánones de Dort. El resultado buscaba acabar la influencia de los “herejes” arminianos, que habían dividido a los fieles, y puesto en peligro la unidad nacional.
Por su parte los Cánones de Dort establecieron como dogmáticas las doctrinas del calvinismo: la depravación total, la elección incondicional, la expiación limitada (que Cristo solo murió por aquellos a los que Dios eligió de antemano para ser salvos), la gracia irresistible, y la perseverancia de los santos.
Obviamente, cuando las cosas se hacen en la carne, y no en el espíritu, la controversia no terminó allí. Hubo eso sí, durante unos años, una persecución religiosa que se cobró víctimas, y provocó la huida de por lo menos 80 pastores junto con los miembros de sus congregaciones, rumbo a Inglaterra y a Norteamérica.
A veces uno no se explica desde la distancia histórica como personas con conocimiento de Dios suficiente pudieron enfrentarse de tal manera, y tan apartada de la voluntad de Dios y del carácter del cristiano de amor y tolerancia, por temas que hoy, por lo menos a mí, me parecen tan claros, pero imagino que las maniobras satánicas no descansaban. Por ejemplo, que Cristo murió por todos es una declaración tan rotunda que aún no me explico cómo se puede negar, pues se puede y se pudo (2Cor. 5:15; 1Ti. 4:10).
Pero la predestinación, como bien entendió Arminius, es un término comprensible en unión a la presciencia de Dios y al libre albedrío del hombre. Pedro en 1Pe. 1:2 explica el concepto de elección relacionándolo con “la presciencia de Dios”. 1Pe 1:2 elegidos SEGÚN LA PRESCIENCIA de Dios… para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo. De esa presciencia ó “anticipado conocimiento” también habló Pedro en su discurso de Pentecostés (Hch. 2:23)
También nos podemos encontrar en el nuevo testamento con dos clases de predestinación diferentes: Una general y otra particular o personal. La predestinación general consiste en el establecimiento de principios universales que devienen a un resultado. Son como el equivalente a los principios físicos que rigen en la naturaleza, pero en el campo espiritual.
Un ejemplo de predestinación general es el siguiente: Jn 5:24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. Jn 5:29 … los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. Teniendo en mente estos textos, pasemos, por ejemplo, a considerar Jud 4 “Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” ¿Se debe entender que esos “hombres” por su nombre y apellido estaban predestinados a la condenación cuando nacieron, o que TODOS “los impíos que convierten en libertinaje la gracia de Dios y niegan a Dios… y al Señor Jesucristo” son los que están predestinados a la condenación? Si lo tomamos en el contexto de Jn. 5:29, nos tenemos que inclinar a que “AL HACER ELLOS LO MALO” entran en el grupo de los predestinados a la condenación.
Veamos otro de los textos como el de Ef. 1:5: "en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,". ¿Esta es una predestinación general o particular? Es decir, ¿se está refiriendo a TODOS o a unas personas en concreto? La respuesta la tenemos en Jn 1:12: “Mas A TODOS LOS QUE LE RECIBIERON, a (todos) los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” Luego estamos ante un principio universal preestablecido, que afecta a TODOS los que le recibieron en todo lugar y tiempo, por el hecho de creer en su nombre.
Veamos el texto más recurrido por los predestinacionistas extremos: Rom 8:29 “Porque A LOS QUE ANTES CONOCIO, también LOS PREDESTINÓ para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Rom 8:30 Y A LOS QUE PREDESTINÓ, a éstos también LOS LLAMÓ; y a los que LLAMÓ, A ESTOS también JUSTIFICÓ; y a los que justificó, a ÉSTOS GLORIFICÓ”. Rom 8:31 ¿Qué, pues, diremos A ESTO? Si DIOS ES POR NOSOTROS, ¿quién contra nosotros?... Rom 8:33 ¿Quién acusará a LOS ESCOGIDOS de Dios?
Este maravilloso pasaje de Romanos tiene un propósito, que no se puede sacar de contexto, aunque contiene unas verdades que tratan sobre nuestra cuestión. El propósito es el de asentar la confianza de que los verdaderos creyentes (aquellos a los que se viene refiriendo el apóstol en el capítulo, que han creído en Cristo, tienen el Espíritu Santo y que no andan según la carne sino según el Espíritu, 8:9, y que recurren al poder del Espíritu para vencer a la carne, 8:14), tienen la seguridad de su salvación y ninguna condenación pesa sobre ellos (8:1), descansando en que toda la iniciativa de la obra de la salvación procede de Dios, y está en sus manos, y Dios está activamente implicado a favor de ellos. De tal manera que el apóstol recurre al argumento del conocimiento anticipado de Dios (“Conoce el Señor a los que son suyos”, 2Ti. 2:19), y emplea el lenguaje de Dios (que ya explicó en la epístola a los Romanos -4:17- quien por su fidelidad y poder puede llamar a las cosas que no son –todavía-, como si fueran –ya-) y así un acontecimiento futuro, como la glorificación del creyente, puede ser expresada en tiempo pasado para enfatizar la seguridad de su cumplimiento. Este estilo es recurrente en el apóstol y lo emplea por ejemplo en Ef. 2:6, con relación a la resurrección y a la glorificación.
¿Cómo escoge Dios? ¿De qué forma se ingresa en el grupo de los escogidos? Usemos un ejemplo. Cuando vamos al supermercado a comprar fruta y nos permiten la capacidad de seleccionar, ¿qué hacemos? Pues determinamos en nuestra mente cual es el tipo que nos gusta, que esté madura, que no esté podrida, que tenga golpes, que tenga un tamaño adecuado a nuestro gusto, y es en función de ese criterio establecido en nuestra mente que vamos metiendo en la bolsa. ¿Dónde reside la decisión? ¿En el estado de cada manzana? No, en el del criterio de selección que yo tengo en mi mente. Y voy tomándolas en función de mi criterio, porque yo soy el soberano de la decisión. Traigamos al respecto a Santiago 2:5: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Y Pablo también insiste en el criterio: 1Co 1:27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia. Bien, pero este es un criterio de selección universal. No todos los pobres del mundo, ni los necios e ignorantes forman parte del grupo de escogidos alcanza la vida eterna. Porque este, siendo un criterio, no es el único que Dios tiene en cuenta.
Otro criterio, por ejemplo, es “creer a Dios”, es decir, aquellas personas que responden con fe al llamamiento de Dios. Ya hemos considerado el texto de Juan, “a los que creen en su nombre”, porque “no de todos es la fe” (2Ts. 3:2). La obediencia a la verdad es otra característica (Rom. 2:8). Y así podríamos seguir desgranando criterios, como el arrepentimiento, el anhelo de santidad, etc. o la perseverancia que es “un ansia espiritual” por la cual el verdadero creyente está ocupándose de su salvación con temor y temblor, haciendo oraciones y ruegos ante el trono de la gracia, y utilizando los recursos que proporciona el Espíritu Santo para este fin. Los que se arrepienten, los que anhelan la santidad. Juan en su 1ª epístola 2:19 escribe también sobre la “perseverancia”, diciendo de algunos: “si fuesen de los escogidos, hubiesen permanecido en la fe, como nosotros hemos permanecido”, pero salieron para que se entienda que muchos son llamados y pocos los escogidos.
Jesús también nos muestra un ejemplo del contexto al hablar de la siembra en pedregales: Reciben la palabra con gozo, pero nunca han apartado los ojos de las cosas de la tierra. Son temporales, dice Marcos (Mr.18:17). Son temporales en todo. En que no buscan las cosas eternas. En que no quitan los ojos de las cosas que les rodean. Y son temporales en que creen por un poco de tiempo, porque solo tienen una creencia intelectual, y no una fe que cree a Dios, a sus promesas y espera las bendiciones espirituales. La semilla es la misma, pero no hay profundidad en el terreno alcanzado (Mr. 4:5 y Mt. 13:5), son superficiales.
¿Y cómo llama Dios? Pues como escribe Pablo a Timoteo 1:9 con un llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino SEGÚN EL PROPÓSITO SUYO y la gracia que nos fue dada EN CRISTO JESUS ANTES DE LOS TIEMPOS DE LOS SIGLOS. Aquí encontramos nuevamente UN PROPÓSITO UNIVERSAL: EN CRISTO. Sobre el mismo concepto, del ‘propósito anticipado’, escribe Pablo a los Efesios (1:9-12): el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había PROPUESTO en sí mismo, de reunir todas las cosas EN CRISTO, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. EN ÉL asimismo tuvimos herencia, HABIENDO SIDO PREDESTINADOS CONFORME AL PROPOSITO del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, PRIMERAMENTE NOSOTROS LOS QUE ESPERABAMOS EN CRISTO. Aquí tenemos otro criterio, y a continuación: Ef 1:13 EN EL TAMBIEN VOSOTROS, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y HABIENDO CREIDO EN EL, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa…
Es decir, nos llamó mediante el evangelio y la respuesta de fe a ese llamamiento proporciona la entrada al grupo de los escogidos. En la dispensación de la Iglesia, ese llamamiento se hace por medio de los creyentes, a quienes les encargó el ejercicio del ministerio de la reconciliación. Vemos como lo expresa Pablo: 2Co 5:18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y NOS DIO EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACION ;19 …Y NOS ENCARGO A NOSOTROS LA PALABRA DE LA RECONCILIACION. 20 Así que, SOMOS EMBAJADORES en nombre de Cristo, COMO SI DIOS ROGASE POR MEDIO DE NOSOTROS…
Predestinación particular o personal. Ahora quiero decir que aparte de esta predestinación, elección y llamamiento general de los que hemos estado tratando, existe en ocasiones excepcionales un llamamiento particular de parte de Dios a determinadas personas, en el ejercicio de su Soberanía (¿No le es acaso lícito hacer lo que quiere con lo suyo? Mt. 20:15). De este grupo excepcionalmente llamado forman parte los apóstoles y profetas, pues Dios había reservado para ellos un papel fundamental de la Iglesia (Ef. 2:20). Pero también otros protagonistas del plan de Dios han sido llamados para misiones determinadas, a veces positivas y a veces negativas. De estos últimos forma parte Judas. Si Jesús no lo hubiese llamado y él aceptado entrar en el grupo de los doce, con seguridad los acontecimientos de la cruz no siguiesen el guion que conocemos.
Voy a reproducir unos párrafos de mi Estudio de Filipenses en los que me refiero a esta cuestión, y trata del testimonio del apóstol Pablo:
[Hch. 26:16-20: “…he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que apareceré a ti, (17) librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, (18) para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas á la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. (19) Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial: (20) sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen á Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”.
A pesar de la frase de su elección desde el vientre de su madre, Pablo explica ante Agripa que él ejerció una decisión de su voluntad: No fui rebelde. Esto nos aclara que ante una propuesta Divina incluso personal, siempre tenemos una decisión libre que tomar, que recae en la esfera de nuestra responsabilidad. Y esto tiene tanto que ver con la salvación como con la dedicación a diversos ministerios y servicios. En cuanto a la salvación hay una frase en Jn. 6:65 en la que Jesús dice: Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Pero este versículo no hace otra cosa que resaltar la iniciativa salvífica de Dios, y su preocupación por salvarnos. Si Dios no otorgase la oportunidad, no podríamos ir a él. Pero por su misericordia otorga posibilidades, porque no quiere que ninguno se pierda. Dios se propuso dar arrepentimiento a los judíos (Hch. 5:31), y a los gentiles (Hch. 11:18; Hch. 20:21). El Señor no quiere que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento, 2ª Pe. 3:9. Porque de tal manera amo Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna, (Jn. 3:16). La otra parte de esa posibilidad de salvación -como el reverso de una misma moneda- es la respuesta del hombre a la oferta universal de Dios.
Jn. 6:66 relata un momento crítico en el ministerio de Jesús. Dice que Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. ¿Qué cambió en el plan de salvación de Dios con respecto a estos? Nada. Lo que cambió fue la actitud de los hombres con respecto al mismo. Algunos de los seguidores de Jesús ejercieron su voluntad de no seguirle. Hay muchos motivos por los que las personas determinan oponerse a la voluntad de Dios por salvarles. Unos porque se aferran a sus propias pensamientos y convicciones erradas. Algunos porque se consideran justos. Y Jesús dijo que no vino a buscar a justos, sino a pecadores (Luc. 5:32), aunque sabemos que “no hay justo, ni siquiera uno”, Rom. 3:10. Pero son justos en su propia opinión y esta creencia libremente asumida les aparta de la voluntad de Dios de salvarles. Los dos textos que siguen, tienen que ver, el primero con otra decisión libre que se plantea a unos “elegidos” (Jn. 15:16; “yo os he elegido a vosotros…”), porque habían sido llamados ó seleccionados por el Padre, no como robots (Jn.17:12), sino para que actuasen en el marco de su propia libertad y responsabilidad.
Jn. 6:67-71 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis vosotros iros también? (68) Y respondióle Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna. (69)Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente. (70) Jesús le respondió: ¿No he escogido yo a vosotros doce, y uno de vosotros es diablo? (71) Y hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón, porque éste era el que le había de entregar, el cual era uno de los doce.
Lucas 16:3 dice que Jesucristo, de acuerdo con el plan de Dios preestablecido, escogió a doce discípulos. Doce concretos. Sabiendo perfectamente la personalidad de todos ellos y cómo iban a responder ante las diversas circunstancias que tendrían por delante (Jn. 13:18). También sabía quién era Judas y lo que acabaría haciendo, no porque Dios determinase de antemano que lo hiciese y Judas no pudiese evitar hacerlo, sino porque Dios conocía que ahí había un hombre inconmovible al amor, paciencia, enseñanza y corrección de Jesús. Había un hombre desleal y traidor que resistiría al mensaje y a la obra de Dios y se dejaría seducir por el Diablo. Bajo tales circunstancias Dios aprovecha a Judas con su personalidad, sus pensamientos y obras para conseguir sus fines, para elegirle como integrante del grupo de los doce, y que el plan de redención se consumara con la crucifixión de Jesucristo. Por eso Jesús puede orar al Padre y decirle que de “los que le me has dado, los guardé… y no se le perdió ninguno, excepto el hijo de perdición”, aquel que el Padre ya sabía que por mucho que se hiciera, actuaría con un corazón inconmovible al amor, a la gracia e inmisericorde hacia su maestro.
En forma semejante actuaron los príncipes y los sacerdotes. Dios elige el momento y la ocasión para el cumplimiento del ministerio de su Hijo, aprovechando la ceguera, ignorancia, egoísmo y religiosidad falsa de los líderes del pueblo, para que actuando con la libertad de sus personalidades y en la reacción propia de su insensatez se confabularan contra el Cristo, y cumpliesen así todo lo profetizado (Hch. 3:17; 13:27). Pero incluso esta ignorancia no es impuesta o porque Dios no les iluminase, sino por “la dureza de su corazón” (Ef. 4:18), “decidieron ignorar” (ignoran voluntariamente 2Pe. 3:5), siguiendo sus propios caminos, sabiduría y razonamientos, antes que los que Dios da. Actuaron en todo momento en beneficio de sus propios intereses personales de la carne. Conocían de memoria los textos proféticos, pues los leían todos los sábados, pero prefirieron envanecerse en sus razonamientos y decidir que el Santo, el Justo, él que siempre hizo bienes, fuese crucificado sin culpa sencillamente porque “no querían que reinase sobre ellos”, y seguir siendo sus propios soberanos y del pueblo.
Con respecto a la “gracia resistible”, es otro concepto tan claro que no tiene demasiada complicación cuando se acude a las Escrituras sin compromisos denominacionales que defender. La verdad puede ser resistida y el llamamiento de Dios puede ser voluntariamente ignorado: 2Ti 3:8: Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también ESTOS RESISTEN A LA VERDAD; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe. Rom 13:2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y LOS QUE RESISTEN (a Dios), acarrean CONDENACION para sí mismos.]
Aquí detengo mi autocita cita del estudio de Filipenses, para seguir tratando el tema.
Jesús dice en Mateo 23:37 ¡Cuántas veces QUISE juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y NO QUISISTE! Mateo 16:24 si alguno QUIERE VENIR en pos de mí… Gálatas 4:9 “… os QUERÉIS volver a esclavizar”. Rom 10:21 Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor (desobediente). Romanos 1:18-25, etc. etc. etc.
A cualquier lector interesado le aconsejo trabajar en el nuevo testamento interlineal con el término griego θέλω que aparece numerosas veces, y que significa: preferir, querer, voluntad, voluntariamente, voluntario, desear, gustar, gusto. Este implica justamente la decisión de una voluntad individual propia (que no quiere decir que no esté condicionada, ya sea por el pecado, por la gracia, por la sociedad, por Satanás, etc.) de la que derivan responsabilidades exigibles o atribuibles al individuo.
La capacidad de elección del individuo ante la cual Dios no es imparcial, pues ya hemos dicho que Dios no quiere que ninguno se pierda, la encontramos desde los llamamientos de Jesús hasta su sorpresa ante la actitud de rechazo de sus oyentes: Jn. 5:40 Y NO QUEREIS VENIR A MI para que tengáis vida. Jn 8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y LOS DESEOS DE VUESTRO PADRE QUEREIS HACER.
Y de la misma manera de concluyente fue el llamamiento de Dios a Israel en Deu 30:15 Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; 16 porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. 17 Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, …18 yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; … 19 A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; ESCOGE, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia…
Pero no quisiera terminar este artículo sin tocar de pasada un tema. ¿Puede un hombre muerto y pecador elegir el bien que Dios ofrece? ¿Puede arrepentirse de sus pecados? Los calvinistas decían que no podía, pero yo digo que sí puede. Y puede porque Dios le ha concedido que pueda. Así de fácil y así de rotundo.
Veamos: el pueblo de Israel siempre entendió que Dios le había dado la facultad de arrepentirse mediante el llamamiento de profetas contenido en la Torah. Desde Moisés, hay un continuo llamamiento profético para que dejasen el mal y se volviesen a Dios. Más tarde, en el Nuevo Testamento, el llamamiento lo inicia Juan el Bautista. Lo continúa el propio Jesús. Después de la ascensión de este, Pedro y los demás discípulos en Pentecostés siguen llamando al arrepentimiento a la casa de Israel. Lo hacen porque a través de mostrarles la luz de Dios en el llamamiento del evangelio ellos podían venir a ella y dejar las tinieblas del pecado. De ahí que Jesús ya enseñara que la condenación consiste en que la luz vino al mundo, pero los hombres AMARON MAS las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Y todo el que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a ella, para que sus obras (malas) no sean reprendidas (Jn. 3:19). Es decir por interés propio, no por incapacidad de naturaleza.
Bueno, pues cuando Pedro fue a casa de Cornelio y abrió la puerta para que los gentiles entrasen en la gracia del evangelio, siendo ratificada esta entrada por el Espíritu Santo, y luego regresa a Jerusalén para informar de este acontecimiento extraordinario, los creyentes exclaman: Hch. 11:18 Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que TAMBIEN a los gentiles HA DADO DIOS ARREPENTIMIENTO para vida! Así que los gentiles por el don de Dios pueden responder a la llamada del evangelio arrepintiéndose. ¿Y eso cómo se hace? Pues sencillamente ES UN PODER que el mensaje de la salvación lleva implícito. Por eso dijo Pablo: Rom 1:16…EL EVANGELIO, porque ES PODER DE DIOS para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Es una potencia, una capacidad que faculta al que oye para responder. Mejor dicho, ES LA POTENCIA DE DIOS PARA SALVAR QUE FACULTA y permite que TANTO A JUDIOS COMO GENTILES PUEDAN RESPONDER, SI QUIEREN, CON ARREPENTIMIENTO a la oferta GRATUITA de Dios para ser justificados por medio de la fe en Cristo Jesús.